Tuesday, August 29, 2006

Vertigo


Hoy ha sido la primera vez que he sentido vértigo mientras soñaba, por lo menos la primera vez que yo recuerde tan vivamente. Casi puedo asegurar que he tenido entre 3 y 5 sueños esta noche, pero tan solo me acuerdo de dos. En el primero de ellos estaba sentada en un pupitre en una especie de aula. Digo "especie de" porque estaba en un tejado, al aire libre. Era una clase de primaria pero la edad de los alumnos que nos encontrábamos allí no bajaba de los 20 por lo menos. No recuerdo de qué hablaba la profesora, pero sí recuerdo que tenía el p elo muy muy largo recogido en una coleta. Me parece que era clase de alemán, aunque no lo puedo asegurar. Era un aula sin paredes ni tejado y podía ver casi por debajo de mis pies todos los pisos sobre los que no elevábamos. La sensación de vértigo era tremenda, no me dejaba pensar, me ahogaba. De repente llega la ansiedad, mi enemiga más temida. Se apodera de mi y no me deja. Intento luchar contra ella y en ese preciso momento la profesora me pide que siga leyendo. Directamente creo que la mando a la mierda y sigo discutiendo con Ansiedad que no me deja ni un momento. ¡Qué demonio! Me enfrento a ella y de repente giro la cabeza y veo el precipicio que se abre bajo mis pies. La ansiedad aumenta. Es insoportable. Suena la campana del recreo. Salgo disparada pero sin rumbo. Una vez tumbada en el césped ya con los pies en tierra parece que a Ansiedad la he dejado atrás. Mi profesora se acerca a mí y me pregunta sobre lo ocurrido en clase. Empiezo a contarle mi historia y nos enzarzamos en una conversación agradable y relajante y no puedo negar sentirme atraída por ella.

Tuesday, August 22, 2006

Jueves 17 de agosto


Son las 3 de la mañana y me despierto de repente. Miro a mi alrededor pero no reconozco el entorno. ¿Dónde estoy? En uno de mis muchos viajes. pero, ¿qué ciudad toca mañana? Ah, sí, Amsterdam. Aprovecho mi vigilia para ir al baño. Cuando vuelvo me es más difícil conciliar el sueño, así que me enciendo un cigarro y salgo a la terraza. Durante mucho tiempo pienso en nada, me limito a sentir el aire fresco casi frío sobre mi piel. Tirito un poco, pero estoy bien. Aunque sin darme cuenta la brisa ha despertado mis sentidos y ahora sí va a ser complicado volverse a dormir. Mientras, se va consumiendo el cigarro mientras le doy vueltas a lo que tengo y no tengo que hacer sin llegar a ningún orden concluyente. Le doy la última calada y vuelvo a la cama, aunque sin demasiadas esperanzas de dormirme. Doy demasiadas vueltas hasta que se cierran mis ojos. Empiezo a soñar. Me encuentro en una casa grande, nueva, decorada siguiendo una línea muy moderna. Me gusta lo que veo, pero no la reconozco hasta que veo aparecer a mi madre de una de las habitaciones. Sorprendida le digo que qué es todo esto. Ella me contesta que mi padre y ella decidieron hacía ya tiempo hacerse una casa más grande. La decisión me pilla desprevenida, y siento que me hago mayor en cuestión de segundos. ¿Mis padres deciden hacer algo sin pedirle permiso a nadie? Definitivamente, esta no es mi vida. ja ja. Mi madre y yo hablamos sobre la casa y la decoración y le digo que realmente me gusta muchísimo. Ella me encarga que me quede un rato allí mientras ella va a hacer unos recados. La acompaño hasta el jardín y luego vuelvo a la casa. Me dirijo hacia la puerta principal y está abierta y los paraguas del recibidor están todos por el suelo. Me asusto y busco con la mirada el rastro de alguna persona, un intruso, que aparece ante mí de repente. No sé qué hacer. Le digo que se vaya y me obedece, sale al jardín, aunque no deja de desafiarme con la mirada. Intento pedir ayuda a unas señoras que paseaban cerca de la casa, pero cuando quiero gritar no me sale la voz, de repente me había quedado muda? El hombre de aspecto diñoso se ríe de mí y me da a entender que no tengo escapatoria. Hasta que veo aparecer a un perro, supongo que el de mis padres, por detrás de él. Supongo que está entrenado y le doy órdenes de que le ataque, pero mi desesperado intento de que él me salve, se ve frustrado por su vulgar pasotismo. Así que lo tomo en mis brazos y tomo una decisión absurda y poco efectiva, lanzarsélo. Sin embargo, no puedo, se queda pegado a mí a través de una fuerza extraña que lo retiene entre mis brazos. El hombre probablemente piensa en lo patética que resulto y decide irse. Suena el despertador del hotel, hora de ir a trabajar.